Ramón Frías

Cogito ergo...

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Lo nuevo

29 de julio de 2009

10:01 p. m.

Capitulo 9 de la DSI

I. LA BONDAD DEL ORDEN CREADO

El Creador confía al hombre, coronación de toda la obra de la creación, el cuidado de la tierra De aquí surgen obligaciones muy concretas para cada persona relativas a la ecología.

El séptimo mandamiento exige el respeto de la integridad de la creación. Los animales, como las plantas y los seres inanimados, están naturalmente destinados al bien común de la humanidad pasada, presente y futura. El uso de los recursos minerales, vegetales y animales del universo no puede ser separado del respeto a las exigencias morales.

II. PROBLEMAS AMBIENTALES

La primera consideración es que es preciso que haya una cooperación internacional para procurar un más fácil intercambio de bienes, capitales y personas.

La segunda consideración se funda, en cambio, en la convicción, cada vez mayor también, de la limitación de los recursos naturales, algunos de los cuales no son, como suele decirse, renovables. La tercera consideración se refiere directamente a las consecuencias de un cierto tipo de desarrollo sobre la calidad de vida en las zonas industrializadas.El dominio confiado al hombre por el Creador no es un poder absoluto, ni se puede hablar de libertad de "usar y abusar", o de disponer de las cosas como mejor parezca. La limitación impuesta por el mismo Creador desde el principio, y expresada simbólicamente con la prohibición de "comer del fruto del árbol"

La explotación de la tierra, del planeta en el que vivimos, exige una planificación racional y honesta. Al mismo tiempo, tal explotación para fines no solamente industriales, sino también militares, el desarrollo de la técnica no controlado ni encuadrado en un plan a escala universal y auténticamente humanista, llevan muchas veces consigo la amenaza del ambiente natural del hombre, lo enajenan en sus relaciones con la naturaleza y lo apartan de ella.

El hombre, impulsado por el deseo de tener y gozar, más que de ser y de crecer, consume de manera excesiva y desordenada los recursos de la tierra y su misma vida. En la raíz de la insensata destrucción del ambiente natural hay un error antropológico, por desgracia muy difundido en nuestro tiempo. El hombre, que descubre su capacidad de transformar y, en cierto sentido, de "crear" el mundo con el propio trabajo, olvida que éste se desarrolla siempre sobre la base de la primera y originaria donación de las cosas por parte de Dios. En vez de desempeñar su papel de colaborador de Dios en la obra de la creación, el hombre suplanta a Dios y con ello provoca la rebelión de la naturaleza, más bien tiranizada que gobernada por él.

Mientras el horizonte del hombre se va modificando, partiendo de las imágenes que para él se seleccionan, se hace sentir otra transformación, consecuencia tan dramática como inesperada de la actividad humana. Bruscamente, el hombre adquiere conciencia de ella, debido a una explotación inconsiderada de la naturaleza, corre el riesgo de destruirla y de ser a su vez víctima de esta degradación. No sólo el ambiente físico constituye una amenaza permanente: contaminaciones y desechos, nuevas enfermedades, poder destructor absoluto; es el propio consorcio humano el que el hombre no domina ya, creando de esta manera para el mañana un ambiente que podría resultarle intolerable.

La más grave aún del ambiente humano, al que, sin embargo, se está lejos de prestar la necesaria atención nos esforzamos muy poco por salvaguardar las condiciones morales de una auténtica "ecología humana". No sólo la tierra ha sido dada por Dios al hombre, el cual debe usarla respetando la intención originaria de que es un bien, según la cual le ha sido dada; incluso el hombre es para sí mismo un don de Dios y, por tanto, debe respetar la estructura natural y moral de la que ha sido dotado.

El hombre, llamado a cultivar y custodiar el jardín del mundo, tiene una responsabilidad específica sobre el ambiente de vida, o sea, sobre la creación que Dios puso al servicio de su dignidad personal, de su vida: no sólo respecto al presente, sino también a las generaciones futuras. A los responsables de las empresas les corresponde ante la sociedad la responsabilidad económica y ecológica de sus opera- cines. Están obligados a considerar el bien de las personas y no solamente el aumento de las ganancias.

Con la promoción de la dignidad humana se relaciona el derecho a un medio ambiente sano, ya que éste pone de relieve el dinamismo de las relaciones entre el individuo y la sociedad. Un conjunto de normas internacionales, regionales y nacionales sobre el medio ambiente está dando forma jurídica gradualmente a este derecho. El presente y el futuro del mundo dependen de la salvaguardia de la creación, porque hay una constante interacción entre la persona humana y la naturaleza

IV. TECNOLOGÍA

El desarrollo de la industria y de los diversos sectores relacionados con ella indica el papel de primerísima importancia que adquiere, en la interacción entre el sujeto y objeto del trabajo. Esa aliada del trabajo, creada por el cerebro humano, que es la técnica.... Entendida aquí no como capacidad o aptitud para el trabajo, sino como un conjunto de instrumentos de los que el hombre se vale en su trabajo, la técnica es indudablemente una aliada del hombre. Ella le facilita el trabajo, lo perfecciona, lo acelera y lo multiplica. Ella fomenta el aumento de la cantidad de productos del trabajo y perfecciona incluso la calidad de muchos de ellos. Es veces, la técnica puede transformarse de aliada en adversaria del

El hombre ha extendido su poder sobre la naturaleza; ha adquirido un conocimiento más profundo de las leyes de su comportamiento social

27 de julio de 2009

7:25 p. m.

Resumen de la enciclica caritas in veritates

escudo-benedicto-16

Ofrecemos la síntesis facilitada por la Oficina de Prensa de la Santa Sede de la nueva encíclica de Benedicto XVI, “Caritas in veritate”: La Caridad en la verdad, sobre el desarrollo humano integral en la caridad y en la verdad .

“En la Introducción -explica la síntesis- el Papa recuerda que la caridad es “la vía maestra de la doctrina social de la Iglesia”. Por otra parte, dado el “riesgo de ser mal entendida o excluida de la ética vivida” advierte de que “un cristianismo de caridad sin verdad se puede confundir fácilmente con una reserva de buenos sentimientos, provechosos para la convivencia social, pero marginales”.
“El desarrollo (…) necesita esta verdad”, escribe Benedicto XVI y analiza “dos criterios orien tadores de la acción moral: la justicia y el bien común. (…) Todo cristiano está llamado a esta caridad, según su vocación y sus posibilidades de incidir en la polis. Ésta es la vía institucional del vivir social”.
El primer capítulo está dedicado al “Mensaje de la “Populorum progressio” de Pablo VI que “reafirmó la importancia imprescindible del Evangelio para la construcción de la sociedad según libertad y justicia”. “La fe cristiana -escribe Benedicto XVI- se ocupa del desarrollo no apoyándose en privilegios o posiciones de poder (…) sino solo en Cristo”. El pontífice evidencia que “las causas del subdesarrollo no son principalmente de orden material”. Están ante todo en la voluntad, el pensamiento y todavía más “en la falta de fraternidad entre los hombres y los pueblos”.
“El desarrollo humano en nuestro tiempo” es el tema del segundo capítulo. “El objetivo exclusivo del beneficio, cuando es obtenido mal y sin el bien común como fin último -reitera el Papa- corre el riesgo de destruir riqueza y crear pobreza” Y enumera algunas distorsiones del desarrollo: una actividad financiera “en buena parte especulativa”, los flujos migratorios “frecuentemente provocados y después no gestionados adecuadamente o la explotación sin reglas de los recursos de la tierra”. Frente a esos problemas ligados entre sí, el Papa invoca “una nueva síntesis humanista”, constatando después que “el cuadro del desarrollo se despliega en múltiples ámbitos: (…) crece la riqueza mundial en términos absolutos, pero aumentan también las desigualdades (…) y nacen nuevas pobrezas”.
“En el plano cultural -prosigue- (…) las posibilidades de interacción” han dado lugar a “nuevas perspectivas de diálogo”, (…) pero hay un doble riesgo”. En primer lugar “un eclecticismo cultural” donde las culturas se consideran “sustancialmente equivalentes”. El peligro opuesto es el de “rebajar la cultura y homologar los (…) estilos de vida”. Benedicto XVI recuerda “el escándalo del hambre” y auspicia “una ecuánime reforma agraria en los países en desarrollo”.
Asimismo, el pontífice evidencia que el respeto por la vida “en modo alguno puede separarse de las cuestiones relacionadas con el desarrollo de los pueblos” y afirma que “cuando una sociedad se encamina hacia la negación y la supresión de la vida acaba por no encontrar la motivación y la energía necesarias para esforzarse en el servicio del verdadero bien del hombre”.
Otro aspecto ligado al desarrollo es el “derecho a la libertad religiosa. La violencia - escribe el Papa-, frena el desarrollo auténtico” y esto “ocurre especialmente con el terrorismo de inspiración fundamentalista”.
“Fraternidad, desarrollo económico y sociedad civil” es el tema del tercer capítulo, que se abre con un elogio de la experiencia del don, no reconocida a menudo, “debido a una visión de la existencia que antepone a todo la productividad y la utilidad. (…) El desarrollo, (…) si quiere ser auténticamente humano, necesita en cambio dar espacio al principio de gratuidad”, y por cuanto se refiere al mercado la lógica mercantil, ésta debe estar “ordenada a la consecución del bien común, que es responsabilidad sobre todo de la comunidad política”.
Retomando la encíclica “Centesimus annus” indica “la necesidad de un sistema basado en tres instancias: el mercado, el Estado y la sociedad civil” y espera en “una civilización de la economía”. Hacen falta “formas de economía solidaria” y “tanto el mercado como la política tienen necesidad de personas abiertas al don recíproco”.
El capítulo se cierra con una nueva valoración del fenómeno de la globalización, que no se debe entender solo como “un proceso socio-económico”. (…) La globalización necesita “una orientación cultural personalista y comunitaria abierta a la trascendencia (…) y capaz de corregir sus disfunciones”.
En el cuarto capítulo, la Encíclica trata el tema del “Desarrollo de los pueblos, derechos y deberes, ambiente”. “Gobierno y organismos internacionales -se lee- no pueden olvidar “la objetividad y la indisponibilidad” de los derechos. A este respecto, se detiene en las “problemáticas relacionadas con el crecimiento demográfico”.
Reafirma que la sexualidad no se puede “reducir a un mero hecho hedonístico y lúdico”. Los Estados, escribe, “están llamados a realizar políticas que promuevan la centralidad de la familia”.
“La economía -afirma una vez más- tiene necesidad de la ética para su correcto funcionamiento; no de cualquier ética sino de una ética amiga de la persona”. La misma centralidad de la persona, escribe, debe ser el principio guía “en las intervenciones para el desarrollo” de la cooperación internacional. (…) Los organismos internacionales -exhorta el Papa- deberían interrogarse sobre la real eficacia de sus aparatos burocráticos”, “con frecuencia muy costosos”.
El Santo Padre se refiere más adelante a las problemáticas energéticas. “El acaparamiento de los recursos” por parte de Estados y grupos de poder, denuncia, constituyen “un grave impedimento para el desarrollo de los países pobres”. (…) “Las sociedades tecnológicamente avanzadas -añade- pueden y deben disminuir la propia necesidad energética”, mientras debe “avanzar la investigación sobre energías alternativas”.
“La colaboración de la familia humana” es el corazón del quinto capítulo, en el que Benedicto XVI pone de relieve que “el desarrollo de los pueblos depende sobre todo del reconocimiento de ser una sola familia”. De ahí que, se lee, la religión cristiana puede contribuir al desarrollo “solo si Dios encuentra un puesto también en la esfera pública”.
El Papa hace referencia al principio de subsidiaridad, que ofrece una ayuda a la persona “a través de la autonomía de los cuerpos intermedios”. La subsidiariedad, explica, “es el antídoto más eficaz contra toda forma de asistencialismo paternalista” y es más adecuada para humanizar la globalización”.
Asimismo, Benedicto XVI exhorta a los Estados ricos a “destinar mayores cuotas” del Producto Interno Bruto para el desarrollo, respetando los compromisos adquiridos. Y augura un mayor acceso a la educación y, aún más, a la “formación completa de la persona” afirmando que, cediendo al relativismo, se convierte en más pobre. Un ejemplo, escribe, es el del fenómeno perverso del turismo sexual. “Es doloroso constatar -observa- que se desarrolla con frecuencia con el aval de los gobiernos locales”.
El Papa afronta a continuación al fenómeno “histórico” de las migraciones. “Todo emigrante, afirma, “es una persona humana” que “posee derechos que deben ser respetados por todos y en toda situación”.
El último párrafo del capítulo lo dedica el Pontífice “a la urgencia de la reforma” de la ONU y “de la arquitectura económica y financiera internacional”. Urge “la presencia de una verdadera Autoridad política mundial” (…) que goce de “poder efectivo”.
El sexto y último capítulo está centrado en el tema del “Desarrollo de los pueblos y la técnica”. El Papa pone en guardia ante la “pretensión prometeica” según la cual “la humanidad cree poderse recrear valiéndose de los ‘prodigios’ de la tecnología”. La técnica, subraya, no puede tener una “libertad absoluta”.
El campo primario “de la lucha cultural entre el absolutismo de la tecnicidad y la responsabilidad moral del hombre es hoy el de la bioética”, explica el Papa, y añade: “La razón sin la fe está destinada a perderse en la ilusión de la propia omnipotencia”. La cuestión social se convierte en “cuestión antropológica”. La investigación con embriones, la clonación, lamenta el Pontífice, “son promovidas por la cultura actual”, que “cree haber desvelado todo misterio”. El Papa teme “una sistemática planificación eugenésica de los nacimientos”.
En la Conclusión de la Encíclica, el Papa subraya que el desarrollo “tiene necesidad de cristianos con los brazos elevados hacia Dios en gesto de oración”, de “amor y de perdón, de renuncia a sí mismos, de acogida al prójimo, de justicia y de paz”.

esta fue tomada de la pag. de servicio de informacion catolica para accesar a la pag. click aqui

25 de julio de 2009

8:47 p. m.

Resumen de la enciclica Deus Caritas Est

“Dios es amor; quien está en el amor, habita en Dios y Dios habita en él” (1 Jn 4, 16). Estas palabras, con las que comienza la encíclica, expresan el centro de la fe cristiana. En un mundo en el cual al nombre de Dios se le asocia a veces con la venganza o incluso el odio y la violencia, el mensaje cristiano del Dios Amor es de gran actualidad.

La Encíclica está articulada en dos grandes bloques. La primera ofrece una reflexión teológico-filosófica sobre el “amor” en sus diversas dimensiones -eros, philia, agape – precisando algunos datos esenciales del amor de Dios por el hombre y de la relación intrínseca que este amor tiene con el amor humano. La segunda parte trata del ejercicio concreto del mandamiento del amor al prójimo.

  • Primera parte:

El término “amor”, una de las palabras más usadas y de las cuales más se abusa en el mundo de hoy, abarca un vasto campo semántico. Sin embargo, en la multiplicidad de significados, emerge como arquetipo del amor por excelencia el que se da entre el hombre y la mujer, que en la antigua Grecia recibía el nombre de “eros”. En la Biblia, y sobre todo en el Nuevo Testamento, se profundiza en el concepto de “amor” –un desarrollo que se expresa en la misa al margen de la palabra “eros”, en favor del término “ágape”, para expresar un amor oblativo. Esta nueva visión del amor, que es una novedad esencial del cristianismo, a menudo ha sido valorada de forma absolutamente negativa como rechazo del “eros” y de la corporeidad. Aunque ha habido tendencias de ese tipo, el sentido de esta profundización es otro.

El “eros”, puesto en la naturaleza del hombre por su mismo Creador, tiene necesidad de disciplina, de purificación y de maduración para no perder su dignidad original y no degradarse en puro “sexo”, convirtiéndose en una mercancía. La fe cristiana siempre ha considerado al hombre como un ser en el cual espíritu y materia se compenetran mutuamente, extrayendo de esto una nueva nobleza. El desafío del “eros” puede considerarse superado cuando, en el hombre, cuerpo y alma se encuentran en perfecta armonía.

Entonces el amor se convierte en “éxtasis”; pero “éxtasis” no en el sentido de euforia pasajera, sino como éxodo permanente del yo recluido en sí mismo, hacia su liberación en el don de sí, y precisamente de esta forma, hacia el encuentro de sí mismo, y también hacia el descubrimiento de Dios: de esta forma el “eros” puede elevar al ser humano “en éxtasis” hacia lo Divino. En definitiva, “eros” y “ágape” exigen que no se les separe nunca completamente al uno del otro, al contrario, cuano más ambos, aunque en dimensiones diversas, encuentran su justo equilibrio, tanto más se realiza la verdadera naturaleza del amor. A pesar de que el “eros” inicialmente es sobre todo deseo, al acercarse después a la otra persona, se preguntará cada vez menos sobre sí mismo, buscará cada vez más la felicidad del otro, si donará y deseará “ser para” el otro: así se inserta en él y se afirma el momento del “ágape”.

En Jesucristo, que es el amor encarnado de Dios, el “eros”-“agape” alcanza su forma más radical. En a muerte en cruz, Jesús, donándose para levantar y salvar al hombre, expresa el amor de la forma más sublime. A este acto de ofrecimiento, Jesús le ha asegurado una presencia duradera a través de la institución de la Eucaristía, en la que, bajo las especies del pan y del vino, se dona a sí mismo como nuevo maná que nos une a Él. Participando en la Eucaristía, también nosotros somos implicados en la dinámica de su donación. Nos unimos a Él y al mismo tiempo nos unimos a todos los otros a quienes Él se dona; nos convertimos así en “un solo cuerpo”. De esta forma, el amor a Dios y el amor al prójimo están verdaderamente unidos. El doble mandamiento, gracias a este encuentro con el “ágape” de Dios, ya no es sólo exigencia: el amor puede ser “mandado” porque primero se ha donado.

  • Segunda parte

El amor al prójimo enraizado en el amor de Dios, más que tarea para el fiel, lo es para la entera comunidad eclesial, que en su actividad caritativa debe reflejar el amor trinitario. La conciencia de tal deber ha tenido relevancia constitutiva en la Iglesia desde sus inicios (cfr Hch 2, 44-45) y bien pronto se manifestó también la necesidad de una cierta organización como presupuesto para su cumplimiento eficaz. Así, en la estructura fundamental de la Iglesia, emergió la “diaconía” como servicio del amor al prójimo ejercido de modo comunitario y de forma ordenada –un servicio concreto, pero al mismo tiempo también espiritual (cfr Hch 6, 1-6). Con la progresiva difusión de la Iglesia, este ejercicio de la caridad se confirmó como uno de sus ámbitos esenciales. La íntima naturaleza de la Iglesia se expresa así en una triple tarea: el anuncio de la Palabra de Dios (“kerygma-martyria”), la celebración de los Sacramentos (“leiturgia”), y el servicio de la caridad (“diakonia”). Son tareas que se presuponen mutuamente y que no pueden separarse una de otra.

Desde el siglo XIX, contra la actividad caritativa de la Iglesia se ha levantado una objeción fundamental: ésta estaría en contraposición –se ha dicho- con la justicia, y acabaría por actuar como sistema de conservación del “status quo”. Con el cumplimiento de obras individuales de caridad, la Iglesia favorecería el mantenimiento del sistema injusto existente, haciéndolo de alguna forma soportable y frenando así la rebelión y el cambio potencial hacia un mundo mejor. En este sentido el marxismo había puesto en la revolución mundial y en su preparación la panacea para la problemática social –un sueño que con el transcurrir del tiempo se ha desvanecido. El magisterio pontificio, empezando por la Encíclica “Rerum novarum” de León XIII (1891), hasta la trilogía de las Encíclicas sociales de Juan Pablo II (“Laborem exercens” [1981], “Sollicitudo rei socialis” [1987], “Centesimus annus” [1991]), ha afrontado con creciente insistencia la cuestión social, y en la confrontación con situaciones problemáticas siempre nuevas, ha desarrollado una doctrina social muy articulada, que propone orientaciones válidas más allá de los límites de la Iglesia.

C
on todo, la creación de un orden justo de la sociedad y del Estado es la tarea central de la política, por tanto no puede ser el cometido inmediato de la Iglesia. La doctrina social católica no pretende conferir a la Iglesia un poder sobre el Estado, sino simplemente purificar e iluminar la razón, ofreciendo su propia contribución a la formación de las conciencias, de manera que las verdaderas exigencias de la justicia puedan ser percibidas, reconocidas y también realizadas. A pesar de ello no existe ningún ordenamiento del Estado, por justo que sea, que pueda hacer superfluo el servicio del amor. El Estado que quiere proveer de todo se convierte en definitiva en una instancia burocrática que no puede asegurar la contribución esencial de la que el hombre que sufre – cada hombre– tiene necesidad: la amorosa dedicación personal. Quien quiere desembarazarse del amor, se dispone a desembarazarse del hombre en cuanto hombre.

En nuestra época, un efecto positivo colateral de la globalización se manifiesta en el hecho de que la solicitud por el prójimo, superando los confines de las comunidades nacionales, tiende a alargar sus horizontes al mundo entero. Las estructuras del Estado y las asociaciones humanitarias secundan de diversas maneras la solidaridad expresada por la sociedad civil: así se han formado múltiples organizaciones con fines caritativos y filantrópicos. También en la Iglesia Católica y en otras Comunidades eclesiales han surgido nuevas formas de actividad caritativa. Entre todas estas instancias es de auspiciar que se establezca una colaboración fructífera. Naturalmente, es importante que la actividad caritativa de la Iglesia no pierda su propia identidad, disolviéndose en la organización asistencial común y convirtiéndose en una simple variante, sino que mantenga todo el esplendor de la esencia de la caridad cristiana y eclesial. Por ello:

- La actividad caritativa cristiana, más allá de su competencia profesional, debe basarse en la experiencia de un encuentro personal con Cristo, cuyo amor ha tocado el corazón del creyente suscitando en él el amor por el prójimo.

- La actividad caritativa cristiana debe ser independiente de partidos e ideologías. El programa del cristiano – el programa del buen Samaritano, el programa de Jesús– es “un corazón que ve”. Este corazón ve de dónde hay necesidad de amor y actúa de modo consecuente.

- La actividad caritativa cristiana, además, no debe ser un medio en función de lo que hoy viene señalado como proselitismo. El amor es gratuito; no viene ejercido para alcanzar otros objetivos. Pero esto no significa que la acción caritativa deba, por así decirlo, dejar a Dios y a Cristo aparte. El cristiano sabe cuando es el tiempo de hablar de Dios y cuándo es justo hacer silencio sobre Él y dejar hablar sólo al amor. El himno a la Caridad de San Pablo (cfr 1 Cor 13) debe ser la “Carta Magna” del entero servicio eclesial para protegerlo del riesgo de convertirse en puro activismo.

En este contexto, y frente la inminente secularismo que puede condicionar también a muchos cristianos empeñados en el trabajo caritativo, hay que afirmar la importancia de la oración. El contacto vivo con Cristo evita que la experiencia de la desmesuración de las necesidades y de los límites del propio trabajo puedan, por un lado, empujar al trabajador a la ideología que pretende realizar lo que Dios, aparentemente, no consigue o, por otro lado, convertirse en tentación a ceder a la inercia y a la resignación. El que reza no desperdicia su tiempo, aunque la situación parezca empujar únicamente a la acción, y no pretende cambiar o corregir los planes de Dios, sino que busca –con el ejemplo de María y de los Santos- alcanzar en Dios la luz y la fuerza del amor que vence toda oscuridad y egoísmo presente en el mundo.

17 de julio de 2009

1:35 a. m.

"¡Testimoniad la fe a través del mundo digital!" S.S.Benedicto XVI

"¡Testimoniad la fe a través del mundo digital!" S.S.Benedicto XVI


[VEM 20.05.09] El Santo Padre Benedicto XVI invitó a los jóvenes a usar las nuevas tecnologías para la Evangelización. Dijó hablando en inglés: "¡Testimoniad la fe a través del mundo digital! ¡Emplead esas nuevas tecnologías para dar a conocer el Evangelio de modo que la Buena Nueva del amor infinito de Dios por todos resuene de maneras diferentes en nuestro mundo cada vez más tecnológico!".

1:27 a. m.

Encíclica de Benedicto XVI es descargada masivamente de la BEC





[VEM 13.07.09] A tan sólo una semana de la publicación de “Caritas in veritate” (Caridad en la Verdad) la última encíclica del Papa Benedicto XVI, ésta ha sido descargada en miles de ocasiones por los usuarios de la Biblioteca Electrónica Cristiana.

El texto se presenta completo en la Biblioteca Electrónica Cristiana y desde ésta página puede ser compartido para ser publicado en las redes sociales u otros servicios de la web 2.0

La encíclica, publicada en Internet a tan sólo horas de su presentación el pasado 7 de julio en la Sala de Prensa de la Santa Sede, aborda una nueva síntesis humanista que busca ayudar a superar los retos de la globalización y recuerda el papel fundamental que tiene la caridad en el cambio de la sociedad.

En esta tercera encíclica de su Pontificado, Benedicto XVI aborda temas como el hambre, el trabajo, la libertad religiosa, la economía y el desarrollo de los pueblos y resalta la importancia del humanismo cristiano, de la caridad y de vivir en verdad.

Descargar la Encíclica aquí

14 de julio de 2009

8:08 p. m.

Patristica y Escolastica


Aqui les dejo un texto sobre la patristica y la escolastica, recuerden no se limiten :)

La Patrística y la Escolástica

Al hablar de Padres de la Iglesia nos referimos a aquellos cuya labor fundamental fue la de redactar obras que exponían la doctrina cristiana. Son los verdaderos iniciadores de la filosofía cristiana al mismo tiempo que desarrollan la estructura eclesial. Se suelen distinguir dos grupos atendiendo a la lengua usada para redactar sus obras, aunque la diferencia en estos va más allá del idioma. Estos grupos son:

1.- Padres Griegos: son aquellos autores que usando el griego como lengua y conceptos de la filosofía griega, construyeron el armazón de lo que sería la filosofía y teología cristiana. Estos se basaban en el pensamiento platónico bajo su forma neoplatónica.

La influencia de los griegos dio un carácter especulativo a sus escritos, el cual marcó el pensamiento cristiano.

2.- Padres Latínos: son los autores que escriben en latín y a partir de la cultura romana contribuyeron a la formación del pensamiento cristiano. Estos cobraron importancia a mitad del siglo III, cuando el latín desplazó el griego como lengua litúrgica de la comunidad en Occidente. Los contenidos metafísicos que aparecen en sus escritos son debido a la influencia de la cultura griega, el Platónismo, ya presente en las primeras formulaciones del pensamiento cristiano.

La tarea que realizó la patrística fue la de iniciar la construcción de un pensamiento cristiano a partir del pagano. Esta tarea comenzó en Alejandría, con la creación de la escuela catequética cristiana “Didascalión”, en la que se presenta las corrientes platónicas, estóicas y filonianas, que condicionan desde sus inicios el posteriror desarrollo del pensamiento cristiano. Se puede decir que entre los Padres de la Iglesia hay una valoración positiva de la filosofía. Se le considera capaz de ayudar a una mejor comprensión de la fe. Esto impulsó la creación de los conceptos cristianos a partir de la terminología griega. De esta manera los conceptos tomados de los griegos habían cobrado un nuevo sentido en el marco de una filosofía cristiana.

San Agustín

San Agustín, obispo de Hipona, es considerado el gran maestro de la Edad Medía. Este elaboró el primer sistema completo del pensamiento cristiano que nace como consecuencia de las polémicas que surgen al tratar de definir la verdadera doctrina cristiana. Inició esta tarea desde su conversión en el 386 d. C. cuando escribe su obra “Contra los Académicos”. En un esfuerzo por precisar el sentido correcto de los conceptos cristianos San Agustín fija la terminología de la filosofía cristiana predominante hasta el siglo XIII.

Este polemizó fundamentalmente contra tres movimientos:

  • Maniqueísmo. Admite la existencia de dos princípios originarios en el mundo en permanente lucha, Ormuz(luz, bien) y Arimán (obscuridad, mal). Ambos estan presentes en el hombre, a través del alma corpórea.

  • Donatismo. Defiende la separación total y absoluta de la Iglesia y el Estado. Según ellos los eclesiásticos que colaboraban con el Estado perdían su pureza y no podían administrar los sacramentos, por lo que era dificil establecer una jerarquía eclesiástica, así lo constaba el hecho de que los obispos, equivalentes a los gobernadores de las provincias romanas, podían dictar sentencias de carácter inapelable.

  • Pelagianismo. Admite que el hombre puede obrar el bien por sí mismo, rechazando así el pecado original.

  • Las ideas que San Agustín elabora como resultado de estas polémicas forman un sistema filosófico que pasa a formar parte de la doctrina oficial de la Iglesia.

    San Agustín sostiene que la filosofía contribuye a hacer comprensible la verdad cristiana, siguiendo el modelo neoplatónico tanto en la busqueda de la verdad como en la forma de interpretar el conocimiento.

    Al analizar el conocimiento, San Agustín distingue tres niveles que se corresponden con los de la teoría Platónica:

  • Conocimiento sensible. Se trata del conocimiento que tenemos de las cosas a través de nuestros sentidos. Estos son modificados por la influencia de las cosas y esta modificación llega al alma por medio del cuerpo, y de este modo hay conocimieto, aunque no es un conocimiento verdadero ya que tanto las cosas como el cuerpo aportan sus deficiencias al conocimiento.

  • Conocimiento racional. Consiste en una elaboración efectuada por la razón de los datos de los sentidos, de los datos de la sensación. La razón compara estos datos con las ideas de la mente divina que han dado lugar a la creación y así puede emitir juicio sobre las cosas. Este nivel de conocimiento distingue al hombre de los seres vivos ya que es el único que por poseer un alma racional puede llegar a este tipo de conocimiento.

  • Conocimiento contemplativo. Es el más alto grado de conocimiento. En él se alcanza la contemplación de las ideas eternas en su misma realidad. Por tanto, no hay necesidad de los datos de la sensibilidad ni del razonamiento. Se trata del auténtico conocimiento, el conocimiento objetivo de la sabiduría. Este solo se alcanzaen el interior del hombre, es la presencia de Dios en cada hombre.

  • A diferencia de Platón las ideas eternas en San Agustín no son autónomás, sino que estan en la mente divina, ya que es el único camino por el que el pensamiento cristiano podría admitir su existencia.

    San Agustín establece un paralelismo entre la necesidad de la luz solar para la visión de las cosas y la necesidad de una luz para que la mente entienda las verdades. Esta luz que ilumina el entendimiento proviene del sol divino.

    El Hombre, la Moral y la Política

    Cada hombre concreto sujeto de redención, posee dentro de sí una realidad que se muestra como razón. Esta razón es el alma en el sentido propiamente humano, aquel aspecto que lo diferencia de los seres vivos. Esta alma posee diversos niveles, relacionados con los niveles del conociminento.

    El alma es lo que define propiamente al hombre y es una sustancia dotada de razón destinada a regir su cuerpo. Esta concepción manifiesta una visión dualista, al estilo platónico, según el cual el hombre es un compuesto de dos elementos: alma y cuerpo.

    Estos dos componentes pertenecen a dimensiones distintas: el alma es algo inmortal, espiritual y sede de la inteligencia; el cuerpo es un componente material que debe ser dirigido por el alma. Sin embargo, por el pecado original el hombre es un ser caído y su alma no tiene fuerza para dominar el cuerpo sino que éste domina a aquella.

    Las consecuencias que se derivan de la interpretación del hombre como un ser caído afectan a la explicación del comportamiento humano desde el punto de vista de la moral.

    En Grecia el comportamiento moral estaba ligado al conocimiento, en la mentalidad Agustiniana la moral va unida a la voluntad.

    El Libre Albedrío

    El hombre nace con una voluntad débil. Esta voluntad se entiende como libre albedrío, es decir, la capacidad de elegir libremente. Es esta la que se encuentra deteriorada en el hombre e inclinada más a favor del mal que del bien.

    Para solucionar este problema, San Agustín acude a una intervención exterior, derivada de la redención, que ayuda al hombre a recuperar su estado de equilibrio y le da la posibilidad de tomar las decisiones. Es la ayuda de la gracia que transforma el libre albedrío en libertad.

    La libertad lleva al hombre a obrar el bien y, en su grado máximo, a no poder obrar el mal. Este grado de libertad no se puede alcanzar en este mundo. La libertad en su grado máximo el denominado libertas maior, propia de la vida de los santos, mientras que la libertad que posee el hombre y le lleva a obrar el bien, la libertas minor, es suficiente para su vida ordinaria.

    El Sentido Escatológico de la Historia

    Esta busca explicar el destino del hombre como miembro de una colectividad. Con esto pretende encontrar el sentido de la historia humana, que debe tener relación con la Historia Sagrada y la visión escatológica que aparece en la Biblia. Al plantear la historia desde esta perspectiva se inicia la filosofía religiosa, pero por la carga religiosa de la que se interpreta es una teología de la historia.

    San Agustín escribe en su libro “La ciudad de Dios” que la capacidad humana para seguir o no los dictados de Dios hace que se pueda hablar de la existencia de dos ciudades. Estas representan la comunidad de hombres que siguen los dictados divinos y la comunidad de los hombres que siguen sus propios dictados. La primera se funda en el amor a Dios y la segunda, en el amor propio.

    El punto de partida es la lucha permanente entre dos tendencias una positiva y otra negativa. Mientras en el hombre hay una constante lucha entre las tendencias corporales y las espirituales. Esta lucha San Agustín la representa como la lucha entre dos ciudades: la ciudad terrena, el Estado, y la ciudad celestial, la Iglesia.

    La única forma que San Agustín ve que esta influencia sea mutuamente benficiosa es que ambas ciudades se rijan por los valores espirituales, que busquen los intereses divinos y no los terrenales.

    De aquí nace que el Estado deba llevarles hacia la ciudad celeste, por lo tanto debe rejirse de los intereses espirituales. Esta fue la base de la teoría política denominada cesaropapismo, que dice que la Iglesia es la comunidad de los fieles crstianos que buscan a Dios y la justicia, y que el Estado debe estar sometido por la Iglesia.

    Esta teoría sirvió para justificar el predominio temporal de la Iglesia sobre el Estado.

    Dios y la Creación. El problema del mal

    En todo sistema Agustiniano hay un constante recurso a Dios presente en el interior del hombre y término de la historia. La existencia de Dios es exigencia de todo su pensamiento. No es necesario demostrarla sino descubrirlo en el interior del hombre, este es el único modo de superar las limitaciones y la mutabilidad de las cosas terrenas.

    Este Dios es el creador, No el hacedor de los griegos. La creación no es una constucción sino la formación a partir de la nada de todo lo existente de acuerdo con las ideas eternas.

    La creación es un acto libre de la voluntad divina, es su propio plan. Las cosas fueron hechas no como cosas sino como semillas que se despliegan en el tiempo. Este mundo es un conjunto de seres que tienen diversos grados de perfección, ordenado de acuerdo con los planes divinos. Esta escala de seres es tomada por los renacentistas para entender la continuidad de la naturaleza.

    San Agustín considera que el mal no puede ser objeto de creación divina porque denotaría imperfección, sino una carencia y por lo tanto no es algo realmente existente.

    A esto San Agustín escribe que lo que existe como bien creado es susceptible de corrupción y por lo tanto de alteración, sin embargo, no es cambiar la sustancia sino modificarla y esta modificación es el mal; el cual solamente puede existir como una modificación del bien. Es pues, requisito necesario para que se dé el mal la existencia del bien.

    El mal es algo que se ha introducido en el mundo a partir de la aparición del pecado, por tanto el mal es responsabilidad del hombre.

    Debido a todos los planteamientos que hizo San Agustín este es considerado uno de los grandes espíritus de la historia; este se adelantó XV siglos a su tiempo.

    La Escolástica

    Muchos autores la consideran como un desarrollo despues de la filosofía patrística. El cristianismo desde sus inicios tuvo la preocupación de compaginar sus enseñanzas con la filosofía griega.

    La penetración del cristianismo fue cada vez mayor y más fuerte y muchas formulaciones de la filosofía griega sirvieron como base racional explicativas a las ideas cristianas. Esto produjo una reformulación de estas por parte de los autores cristianos a la luz de los datos que aportaba la revelación, al mismo tiempo que una nueva visión del papel de la filosofía.

    La revelación ponía al alcance del hombre la verdad. No se trataba ya de buscar la verdad, sino de hacer razonable la fe. Pero el problema era como entender el servicio de la fe que podía hacer la filosofía. Por eso las relaciones fe-razón es uno de los problemás más caracteristicos y conflictivos de esta época, en las que se adoptan las más variadas ideas.

    En general todos tienden a reconocer la autoridad de los filósofos griegos y por esto predomina el deseo y el esfuerzo de compaginar la verdad filosófica de Aristóteles y la verdad de la Revelación.

    Inicio de la Escolástica

    El comienzo de este movimiento filosófico suele vincularse al llamado “Renacimiento Carolingio”, que inicia en la fecha en que Carlomagno envia carta a los abades y obispos de su reino con el encargo de que construyan escuelas para la formación de los clérigos, en el año 778.

    La caída del Imperio Romano de Occidente provocó la paralización casi absoluta de los estudios filosóficos. Sin embargo, a pesar de esta descomposición del Imperio, se mantienen muchos valores culturales; los nuevos pueblos asimilan las antiguas instituciones romanas. Nunca deja de existir una fuerte admiración por la antigüedad clásica, como se manifiesta en la tarea de recuperación de sus valores culturales. Esta recuperación se logra a lo largo de un lento proceso en el que se van descubriendo obras de autores antiguos de distintos saberes, como Aristóteles y Platón.

    Esta recuperación se hace dentro del espíritu cristiano. En el universo medieval, el predominio de la fe cristiana es absoluto. No se trata de recuperar los autores y el saber clásico sino asimilarlos y conciliarlos con la fe.

    Esta tarea de recuperación y transmisión de la cultura estuvo a cargo de los monastérios. Estos se multiplicaron y se convirtieron en verdaderos feudos dotados de una vasta porción de tierra, la cual cultivaban. San Benito de Nursia, padre del monacato en Occidente, ordenó que en todos los monastérios debía haber una biblioteca y que se cultivaran todas las artes. Muchos de estos textos antiguos se conservan gracias a la labor desempeñada por los monastérios que deseaban conocer y conseguir para su biblioteca las obras más valiosas de los escritores antiguos, tanto Santos Padres como paganos.

    En el siglo VI el Papa San Gregorio Magno envió a monjes benedictinos como misioneros a Inglaterra. Un siglo despues casi todos los reinos anglosajones se habían convertido al cristianismo y habían recibido la cultura latína que los monjes conocían, lo que logró la extensión de la cultura romana.

    El Renacimiento Carolingio permitió la generalización de la nueva cultura. Carlomagno aspiraba a un Imperio que continuara el romano. Al considerarse sucesor de Constantino quiso proteger la Iglesia y se interesó por la formación de los monjes. Deseaba funcionarios cultos que lo ayudaran a administrar el Imperio y eclesiásticos que ayuden en la consolidación de la fe del Imperio.

    Para lograr esto favorece la creación de nuevos monastérios y la constitución de estos en escuelas.

    El monje Alculino del monasterio de York fue el maximo colaborador de Carlomagno y el inspirador de sus proyectos. Este crea el modelo de las escuelas medievales que más tarde se convierten en universidades.

    El Papado, el Imperio y las universidades constituían los tres pilares del sueño de Carlomagno. El resultado de esta concepción es una sociedad jerarquizada casi perfectamente que va desde Dios hasta el último vasallo.

    Crisis de la Escolástica

    Sin embargo, los autores cristianos del siglo XV son menos optimistas respecto a las buenas relaciones y posibilidades fe-razón y consideran como injerencias mutuas los apoyos que decian prestarse.

    Como consecuencia de esto, contribuyen a una visión más autónoma del mundo y a la consideración de este como un campo propio de la investigación racional. La filosofía comienza a ser orientada a problemas más al alcance de las mano que a lo religioso. Asi ponen las bases y se apuntan los caminos que seguirá la Edad Moderna.

    Guillermo de Ockham pone las bases de una filosofía más empírica que contribuye de manera muy importante al nacimiento de la ciencia moderna.

    La escolástica y el tomismo, amparadas en la autoridad universal de la Iglesia Católica, han ejercido una gran influencia en la cultura. Como corriente de pensamiento actualizada llega a nuestros días con la neoescolástica.

    Filosofía Escolástica

    Después de analizar el contexto histórico de la escolástica vamos a entrar en lleno a lo que se conoce como filosofía escolástica.

    La palabra escolástica proviene del latín “schola” que significa escuela. En sus inicios se usaba para designar el saber cultivado en las escuelas medievales y enseñado bajo la dirección de un maestro. Más tarde era usado para designar la matéria enseñada y el método empleado en la enseñanza de esa matéria en las escuelas.

    Esta en su significado etimológico no expresa ninguna corriente de pensamiento específica, sino a la enseñanza que en la Edad Medía se practicaba en las escuelas monacales, episcopales o palatínas. Por esta razón a dicho término hay que añadirle otros calificativos que le den el sentido genérico.

    La Escolástica Cristiana

    La escolástica cristiana no es más que la especulación teológico-filosófica que se cultivó y desarrolló en las escuelas y universidades medievales.

    Todos los sistemás filosóficos cristianos estaban inspirados por el aristotelismo y el agustinismo neoplatónico. Todos nacen y se desarrollan a la sombra de la teología en las escuelas medievales pero van logrando una autonomía en la elaboración de grandes síntesis doctrinales.

    Etapas y Autores más Destacados

    En la filosofía escolástica cristiana se distinguen tres períodos que cubren seis siglos de pensamiento Occidental:

    - Periodo de formación.

    En su primera fase la tarea principal era recopilar textos antiguos, labor realizada por los copistas de los monastérios. Toda la Edad Medía se apoya en textos. El texto no es más que un primer punto de partida que es necesario superar y aplicar a un mayor conocimiento, la Revelación y el texto Sagrado. Así, a partir de los diversos escritos, van surgiendo las primeras sistematizaciones de esta filosofía. Esto se logra en parte con Escoto de Eriugena y sobre todo con San Anselmo de Canterbury en el siglo XII. Este último es considerado el primer gran filósofo de la Edad Medía. Hay dos frases que sintetizan la tradición escolástica que este dejó a los teólogos y a la Iglesia: “la fe que busca el conocimiento” y “creo para conocer” que ya había sido promulgada por San Agustín. Este trata de incorporar la razón al estudio de la teología pero sin hacer de la razón un fin en sí misma, sino como instrumento de la fe. Escribió libros en los que intentaba demostrar la existencia de Dios. Su formulación en síntesis es la siguiente:

    Todos los hombres, aun aquel que dice no hay Dios, toman a Dios como un ser por encima del cual no se puede imaginar nada mayor, más perfecto. Luego tal ser existe al menos en nuestro pensamiento. Ahora bien, debe existir tambien en la realidad, porque de no ser así, cabría imaginar otro ser mayor que el que hemos pensado, y entonces incurriríamos en contradicción puesto que ya no sería el más perfecto que cabe pensar porque le faltaría el existir real que es una perfección mayor que el no existir. Expresado de esta forma el razonamiento concluye:

    Existe, por tanto, realmente un ser por encima del cual no podemos levantar otro, y de tal manera que no se le puede siquiera pensar como no existente, este ser eres tú, ¡Oh Dios nuestro!.

    Esta fue rechazada posteriormente por Santo Tomás de Aquino. Tambien escribió la síntesis de la doctrina teológica y otra sobre las teorías aristotélicas.

    Durante el sigloXII se realizan grandes síntesis doctrinales. Durante este siglo tambien sobresale Pedro Abelardo, quien es considerado el creador del método escolástico y partidario al uso de la díaléctica. Su pensamiento filosófico es básico en la história del nominalismo. El nominalismo representa en la Edad Medía las tendencias empíricas del espíritu humano. Este formula que los conceptos universales son representaciones vacias, sin contenido real. Lo único que existe son los seres o las cosas individuales y los nombres creados por el hombre para designar objetos, que guardan semejanzas entre sí. Esto promulga que no hay pensamiento puro, sino sólo representaciones sensibles de lo individual.

    Abelardo intenta resolver el problema del conocer universal, armonizando el respeto a lo singular y a la convicción de que la universalidad se vincula al lenguaje. Este niega la realidad sustancial común, pero admite que la manera de ser de las cosas da pie a las ideas universales que se refieren a ellas.

    Su propósito era hacer de la teología una ciencia, cuyo objetivo fuese la maxima aproximación a la inteligibilización del dato revelado. Este situa a la fe en el punto de arranque de su teología.

    -Periodo de Apogeo

    El siglo XIII es considerado como el momento de madurez de la filosofía escolástica. Se caracteriza por las grandes síntesis doctrinales teológico-filosóficas.

    En este periodo sobresalen San Alberto Magno Y Santo Tomás de Aquino. San Alberto Magno quien fue el maestro de Santo Tomás de Aquino el llamado “Doctor Universalis” porque toca casi todas las ramas del saber de su tiempo. Su maximo logro consite en haber distinguido los dos planos metodológicos distintos por los que discurren el conocimiento científico-filosófico y teológico.

    Santo Tomás de Aquino comenzó a estudiar a Aristóteles lo que le llevó a la conclusión de que la incompatibilidad que se mantenía entre la filosofía aristotélica y la fe cristiana eran falsas. Estas conclusiones le proporcionaron un gran prestigio al lograr unir a Aristóteles con la fe cristiana gracias a la agudeza y un amplio sentido intelectal. Él es el creador del sistema filosófico cristiano que más ha influido en la cultura del Occidente y el autor más importante en la enseñanza académica de la Iglesia y en el amplio ámbito de influencia de la misma.

    Santo Tomás se muestra abiertamente partidario de la autonomía de la razón en aquello que le es propio. Afirma la capacidad del hombre para captar el universo y sus leyes. Pero esto no significa que haya dos verdades como formulaban los averroistas, sino una única verdad a la que se puede acceder por caminos distintos pero convergentes.

    Según él el objetivo final de todo conocimiento es Dios. A este llegamos mediante la revelación, pero tambien puede ser conocido mediante la razón. La capacidad de conocer el universo limitado y finito no es compatible con la existencia de una mente infinita, sino exponente y resultado de ésta, como lo es el efecto respecto de la causa.

    De ahí deduce la imposibilidad de la doble verdad y encuentra el critério para resolver los posibles conflictos entre las conclusiones a las que llegue la razón y lo que enseña la revelación. Él afirma que el mensaje de la revelación es inteligible porque se dirige al hombre y esta inteligibilidad es diferente según las verdades de que se trate:

  • Unas verdades son inteligibles y demostrables racionalmente, de tal manera que pueden ser conocidas aun sin revelación.

  • Otras en cambio, siendo inteligibles no son demostrables y, por tanto, no son cognosibles naturalmete sino solo mediante la revelación: en estos casos la teología se esfuerza por probar su inteligibilidad, que solo resulta totalmente comprensible para la mente de Dios.

  • Este expresa claramente su opinión de la siguiente manera: respecto de Dios hay verdades que, por ser Dios como es, escapan a la posibilidad de nuestro conocimiento. Y tambien añade que: el maximo conocimiento de una cosa es el conocimiento de lo que la constituye. Esto supuesto, el entendimiento humano no puede alcanzar este conocimiento respecto de Dios. A partir de las cosas sensibles puede llegar a conocer que Dios existe pero no a conocerlo en plenitud.

    Según Santo Tomás, de no ser por la ayuda de la revelación:

  • Serían muy pocos los que conocerían a Dios, unos por natural incapacidad, otros por estar ocupados en asuntos familiares o económicos, otros por pereza para adquirir conocimientos necesarios previos.

  • Aún esos pocos lo harian con dificultad y tras mucho tiempo por la inadecuación de nuestro entendimiento para verdades tan profundas y por la necesidad de una inquietud que no se tiene en la juventud y solo se adquiere tras los años.

  • Por las mismás razones muchos encontrarían dudosas verdades claramente demostradas al no conocer la fuerza de la demostración o sentir desconcierto de que los mismos sabios enseñen verdades contrarias.

  • En su libro Suma contra Gentiles resumidamenteel dice que: la fe facilita el conocimiento de verdades asequibles a la razón. Tambien expresa que: algunas verdades de fe superan la capacidad del conocimiento humano. Pero eso no significa que las verdades de razones sean contrarias.

    El Universo Tomista

    La afirmación cristiana de que Dios ha creado todo lo que existe tuvo una gran repercusión en la filosofía al introducir la relación creador-criatura.

    Radicalidad del hecho de la creación:

    Afirma que no es posible utilizar el término ser referido unívocamente a Dios y a las criaturas. Dios es el Ser. Los demás son seres creados por Dios en un acto libre de su voluntad.

    La Distinción entre esencia y existencia:

    Este concluye que en los seres creados se puede distinguir la esencia, lo que as cosas son, lo que las define, y la exitencia, la perfección que hace que las cosas sean, existan. La actualización de su esencia.

    Jerarquización de los seres:

    Afirma que todos los seres corpóreos estan constituidos de materia y forma. Pero existen otros seres o realidades que solo son forma, estas son las sutancias separadas. Este dice que tambien existe una gradación entre los seres constituidos por solo forma, según esten más o menos proximos al acto puro. El criterio de distinción que usa en este caso es el de la composición acto-potencia.

    Santo Tomás se preocupa por la sistematización y exposición de la doctrina cristiana sobre Dios. Según él, la existencia de Dios es el primer dato de la revelación, por esto lo toma como punto de arranque y vertebración de todo su sitema teológico-filosófico.

    Este rechaza el llamado “Argumento Ontológico” de San Anselmo de Canterbury y como contrapartida elabora las llamadas vías de demostración para llegar de las cosas sensibles a la existencia de Dios.

    Las pruebas de la existencia de Dios o las vías tomistas constituyen lo más caracteristico de la teología natural del tomismo.

    Primera vía: del movimiento.

    La existencia del movimiento y del cambio exige que, además de motores intermedios, haya un primer impulsor del movimiento.

    Segunda vía: de la casualidad eficiente

    En el mundo, los seres y las cosas se suceden unas a otras en un proceso de causa-efecto, de tal manera que ninguno es la causa de sí mismo, Se hacw necesaria la existencia de una causa incausada que no sea efecto de ninguna otra.

    Tercera vía: contingencia de los seres

    Los seres aparecen y perecen: ninguno posee como propia la existencia. Es preciso un ser necesario cuya existencia dependa de él mismo.

    Cuarta vía: grados de perfección

    Es un hecho que las cosas poseen perfecciones en mayor o menor grado. Esto exige la existencia de una realidad máxima de perfección que sirva de referencia y explique la existencia de perfecciones parciales, a la manera como el todo explica la existencia de las partes.

    Quinta vía: del orden cósmico

    Todos los seres de la naturaleza parecen seguir una sabia finalidad, incluso aquellos que carecen de inteligencia. Esto arguye claramente a favor de la existencia de una inteligencia suprema directora de todo el proceso.

    Naturaleza de Dios

    Al decir que Dios es el existir puro, Santo Tomás afirma que Dios el la plenitud absoluta. Este afirma que es patente la dificultad de expresarnos repecto del tal Ser con un lenguaje limitado como el nuestro.

    Una primera vía para acercarnos es la vía de negación: se trata de separar de Dios todo lo que no puede pertenecerle. Llegamos así, a afirmarlo como inmóvil, inmutable, acto puro. Una segunda vía es la analogía: nos lleva a afirmar en él todas las perfecciones que observamos en las criaturas, lo afirmamos respectode Dios pero elevandolo al grado de infinitud. Según Santo Tomás: Dios posee en sí todas las perfecciones que tienen los seres y además, en grado sumo. Nuestra limitación nos hace concebir estas perfecciones como separadas de su esencia, cuando en realidad, son la manifestación de la única perfección de un ser.

    Propiedades del Alma

    Santo Tomás recoge la idea aristotélica de alma como vida o principio de automovimiento. Esto lo lleva a deducir la existencia del alma y la particularidad de la misma. El proceso de entender es concebido por él como un roceso desmaterializador por el que elentendimiento llega a leer dentro y captar, superando lo corpóreo indvidual.

    En ese mismo proceso se irá derivando las demás propiedades:

    a) Substancia inmaterial con posibilidad de actividad propia y de existencia independiente del cuerpo, por cinsiguiente

    b) Inmortal, que sobrevive al cuerpo, como consecuencia de lo anterior.

    c) Unica, este defiende la unicidad del alma del hombre y la carencia de partes.

    d) Creada. Cada alma individual es obra de Dios, según un plan tratado por él desde el principio. Descarta la preexistencia, el traduccianismo y el generacionalismo.

    e) Dotada de entendimiento y voluntad. El alma racional tiene facultades que les son propias, el entendimiento y la voluntad. Estas no estan localizadas en ningun órgano del cuerpo.

    Durante este periodo tambien sobresalió Duns Scoto. Uno de los problemas más abordados por este es el de las relaciones entre Filosofía y Teología, las cuales separa radicalmente. Limita al campo filosófico solo las cuestiones demostrables estrictamente de un modo racional, devolviendo a la teología todas las verdades reveladas. Tambien intenta demostrar mediante la dialéctica la existencia de Dios, ser infinito, partiendo de la posibilidad necesaria del primer ser, de la que pasa a probar su existencia real. Su ética se basa en la primacía de la voluntad. Su doctrina se fundamenta en el ente infinito, que es esencialmente amor y caridad.

    Según él la teología es una ciencia práctica de la salvación, del amor y de la verdad.

    -Periodo de Crisis o Decadencia

    Más que un periodo de crisis o decadencia este fue una etapa de revisión. La teología no debe buscar su apoyo en la filosofía, no necesita ser justificada; ella misma tiene sus propios apoyos.

    Durante este periodo los más sobresalientes fueron Guillermo fe Ockham, Eckhart, Hugo y San Victor.

    -Filosofía Oriental

    Esta tuvo como sus máximos representantes a Avicena, Averroes y Maimónides. Los dos primeros pertenecen a Arabia, en cambio, el último pertenece a Hebrea.

    Avicena es uno de los principales representantes del pensamiento filosófico árabe oriental. Él plantea que al mundo como un único efecto emanado por Dios eterno, del que procede la primera y la más alta de todas las inteligencias. A partir de ella emanan una tras otra las inteligencias, cada una menor a la procedente y qe son las motoras de las esferas, las cuales rigen el mundo hasta en sus detalles menores. Así pues, Dios no se ocupa de lo singular sino de lo universal. En sus estudios del alma distingue cinco sentidos internos y cinco externos y clasifica el alma en sensitivas, angélicas, vegetativas y divinas. La base de su filosofía es el ser, cuyo concepto llegamos por abstracción de las cosas sensibles, análisis e intuición.

    Avicena influye en la escolástica con: las pruebas de la existencia de Dios, la noción de participación, el hilemorfismo, el princípio de individuación, la formación de conceptos, entre otras.

    Averroes es una de las figuras de la Filosofía hispano-árabe. Él postuló el magisterio de la razón, independientemente de lod postulados teológicos y una ciencia separada de apriorismos no científicos. Para este solamente es inmortal el alma única de la humanidad. Tambien la matéria es eterna y contiene en sí un sinnumero de disposiciones y formas.

    Maimónides puede ser considerado como el más célebre filósofo judío del medievo. Se basa en Aristóteles para probar la existencia de Dios mediante los argumentos del motor, del ser necesario y de la causa primera, resumida en 25 proposiciones que son necesarias para probar que Dios existe y que Dios no es cuerpo ni una fuerza sensible y que es único. Este se opone a Aristóteles en cuanto considera la creación del mundo en el tiempo para lo cual no se basa en la filosofía, sino en la fe y en la revelación. Por último distingue en el hombre un intelecto pasivo, único para todos y otro agente, individual, cuyo desarrollo depende de cada uno.