Ramón Frías

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8 de noviembre de 2008

Material de Apoyo Examen Parcial de Filosofia

Saludos, jóvenes amantes de la Filosofía.

En esta ocasión les dejo con un material de filosofía recopilado por su compañera de UCATECI, Francis Sonibel sobre la Filosofía Socrática, Platónica, Aristotélica, la Patrística y la Escolástica, el cual junto a los textos que hemos trabajado, servirá de apoyo para el segundo parcial. De igual manera puede ser aprovechado por los jóvenes de la UNPHU, tomando en cuenta los materiales tratados en clase.

Sócrates

Sócrates fue un filósofo griego, nacido en Atenas en el siglo IV a. de C., figura fascinante y casi mítica que no dejó nada escrito.
Maestro de Platón, era un sabio interesado por la moral, con un interés exclusivo por el tema de la virtud, a la que consideraba una consecuencia de la sabiduría.
Platón fue el encargado de transmitir sus conceptos, convirtiéndolo en el personaje principal de sus “Diálogos”, lo cual impide delimitar la doctrina socrática de la platónica.
De origen humilde, hijo de un escultor y una comadrona, fue un perseguido político a pesar de haber sido siempre defensor de la democracia.
Se le condenó a muerte bajo la acusación, corriente en esa época, de “introducir nuevos dioses” y de “llevar a la juventud por caminos equivocados”. El relato de su juicio y su muerte se hallan reflejados en la “Apología” y el “Fedón” de Platón.
Sócrates es el primer filósofo que habla de un método en filosofía, la mayéutica, que significa interrogación, o sea que el método de la filosofía de Sócrates consistía en preguntar.
Por ejemplo: ¿Qué es la valentía? Y observar las contradicciones de cada definición que surja de cada uno hasta llegar a una verdad, que no obstante, nunca será perfecta. El método socrático para acceder a la verdad esencial y permanente de las cosas se divide en dos pasos: a través de la ironía tomamos conciencia de nuestra propia ignorancia, reconociendo que no sabemos nada. Este es el paso previo a la mayéutica, o el arte de dar a luz, como la comadrona, mediante el cual descubrimos por nosotros mismos la verdad, a través de ciertas preguntas encaminadas a ese fin. "Conócete a ti mismo", la máxima del oráculo de Delfos, ha de llevarse a cabo dialécticamente, a través del diálogo o confrontación entre dos o más logoi.
En Atenas la filosofía tomó un giro muy importante en esta época, pasando de los filósofos que se centraban en la naturaleza a los que orientaban su interés en los seres humanos y sus roles en la sociedad. Por esta razón Sócrates marcó un hito en la historia de la filosofía.
Sócrates era considerado una persona enigmática y de aspecto poco agradable, pero interiormente, se decía en esa época, era maravilloso.
El objetivo de Sócrates era aprender de la gente. Le gustaba conversar y preguntar como si nada supiera, y en el transcurso de esa conversación lograba quien hablaba con él se diera cuenta de las fallas de su razonamiento.
Intuitivamente era un verdadero psicólogo, tratando de que la gente viera sus propias contradicciones.
Pensaba que cualquiera puede entender cosas complejas solamente con el pensamiento racional.
Esta manera de actuar, poniendo en evidencia las incoherencias en que incurrían las personas significaba muchas veces dejarlas mal paradas y con la idea de haber pasado por tontos en público.
Por eso, con el tiempo, para muchos de los que les importaba más la opinión ajena que su oportunidad de aprender Sócrates pudo convertirse en alguien desagradable.
Sócrates no apoyaba a la clase dominante ni colaboraba en ningún sentido con ellos, por el contrario acostumbraba a desafiar a los poderosos, actitud que llegó a costarle la vida.
No quiso escuchar a sus amigos que le proponían huir para salvar su vida, porque habría hecho algo en contra de la justicia que lo había condenado según la ley, aunque el fallo de los hombres hubiera sido injusto. La importancia de Sócrates ha sido tan inmensa que, después de su muerte se convirtió en un símbolo de honestidad filosófica y ética, en un "samurai del pensamiento" (Yvon Belaval) de cuya figura han querido apropiarse desde cristianos y confucionistas hasta renacentistas, socialistas o ilustrados franceses. Los antiguos únicamente reconocieron como discípulos reales de Sócrates, los denominados Socráticos menores, así como a Platón, Jenofonte, (discutido en este círculo) Esquines, Aristipo, Antístenes y, con reservas, Fedón y Euclídes.
De todas formas, muchas veces, además de los citados, se señalaban también como Socráticos a: Simias, Cebes, Critón, Glaucón, y Simón el zapatero. Algunos de ellos fundaron escuelas filosóficas conocidas como las "escuelas socráticas menores", como Euclides de Megara (fundador de la escuela de Megara), Fedón de Elis (escuela de Elis), el ateniense Antístenes (escuela cínica, a la que perteneció el conocido Diógenes de Sinope) y Aristipo de Cirene (escuela cirenaica).



Platón



Platón fue un filósofo griego, alumno de Sócrates y maestro de Aristóteles, de familia nobilísima y de la más alta aristocracia. Platón (junto a Aristóteles) es quién determino gran parte del corpum de creencias centrales tanto del Pensamiento Occidental como del hombre corriente (aquello que hoy denominamos "Séntido Común" del hombre occidental) y pruebas de ello son la noción de "Verdad" y la división entre "doxa" & "episteme", hoy sabemos que Platón combatió y popularizo ó demostró una serie de ideas enfrentadas a filósofos Presocráticos y al de los Sofistas (muy populares en la antigua Grecia). Su influencia como autor y sistematizador ha sido incalculable en toda la historia de la filosofía, de la que se ha dicho con frecuencia que alcanzó identidad como disciplina gracias a sus trabajos. Entre sus obras más importantes se cuentan los Diálogos y La República, en la cual elabora la filosofía política de un estado ideal; el Fedro, en el que desarrolla una compleja e influyente teoría psicológica; el Timeo, un influyente ensayo de cosmología racional influida por las matemáticas pitagóricas; y el Teeteto, el primer estudio conocido sobre filosofía de la ciencia.
Fue fundador de la Academia de Atenas, donde estudió Aristóteles. Participó activamente en la enseñanza de la Academia y escribió sobre diversos temas filosóficos, especialmente los que trataban de la política, ética, metafísica y epistemología. Las obras más famosas de Platón fueron sus diálogos. Si bien varios epigramas y cartas también han perdurado.
Los diálogos de Platón tienen gran vitalidad y frecuentemente incluyen humor e ironía. Por su método expositivo se considera a Platón el filósofo más ameno.
A Sócrates lo menciona frecuentemente en los diálogos. Cuánto del contenido y de los argumentos es obra de Sócrates o de Platón, es difícil decir, por cuanto Sócrates no dejó evidencia escrita de sus enseñanzas; esta ambigüedad es la que se conoce como el “problema socrático”. No hay duda, sin embargo, que Platón fue influido profundamente por las enseñanzas de Sócrates; de hecho sus primeras ideas y ensayos lucen como adaptaciones de las de Sócrates.
La cosmología platónica trata de ofrecer una narración verosímil acerca de la formación del cosmos, utilizando para ello tanto elementos mitico como doctrinas y explicaciones propias de otras escuelas filosóficas. A diferencia de la idea de la creación, propia del cristianismo, los griegos no podían concebir que algo pudiera surgir de la nada, por lo que presupònian la preexistencia de ciertos elementos a partir de los cuales pudiera originarse el mundo.
Platon, en el timeo, subordina su concepción cosmológica a la teoría de las ideas: estas son el modelo del cual participa (para ser) e imita las cosas del mundo sensible, y por lo tanto, también el cosmo mismo, ya que este tambein pertenece al mundo sensible. La teoría de las Ideas es el núcleo central de la filosofía platónica: ontológicamente las Ideas son los únicos objetos verdaderamente reales; epistemológicamente son los objetos del conocimiento auténticamente tal; desde el punto de vista de la moral y político, son el fundamento de la conducta justa, y antropológicamente están a la base del dualismo platónico y le permiten incluso la demostración de la inmortalidad del alma.
Se trataría, en resumidas cuentas, de una cosmología de concepción teleológica, en donde se considera que el fin es la causa principal que debe explicarlo todo; los dioses del Olimpo son sustituidos por una divinización del Cosmos; la existencia de un optimismo platónico (lo más bueno, bello, real) y una gran matematización.

Platón siempre pensó que aquella ciencia verdadera sólo podía tener por objeto el mundo de las Ideas, por lo cual no se preocupó de este tema hasta el final de su vida, en el que escribe el Timeo, en la que utiliza expresiones míticas, suposiciones y conjeturas, utilizando -incluso- elementos tomados de Pitágoras y sus discípulos, Empédocles y otros autores más de la época. Finalmente, Platón hace una reinterpretación matemática de los cuerpos, haciendo corresponder el cubo con la tierra, el tetraedro con el fuego, el octaedro con el aire, el icosaedro con el agua.



Aristóteles


Aristóteles nació en el año 384 a.C. en una pequeña localidad macedonia cercana al monte Athos llamada Estagira, de donde proviene su sobrenombre, el Estagirita. Su
padre, Nicómaco, era médico de la corte de Amintas III, padre de Filipo y, por tanto, abuelo de Alejandro Magno. Nicómaco pertenecía a la familia de los Asclepíades, que se reclamaba descendiente del dios fundador de la medicina y cuyo saber se transmitía de generación en generación. Ello invita a pensar que Aristóteles fue iniciado de niño en los secretos de la medicina y de ahí le vino su afición a la investigación experimental y a la ciencia positiva. Huérfano de padre y madre en plena adolescencia, fue adoptado por Proxeno, al cual pudo mostrar años después su gratitud adoptando a un hijo suyo llamado Nicanor.
La crítica aristotélica se centrará fundamentalmente en el carácter separado y trascendente de las ideas platónicas . Fue platón y no Sócrates (que se limitó a buscar y definir la esencia de las cosas, para poder conocerlas a través del lenguaje) el que otorgó una existencia absolutamente separada a las esencias, denominándolas ideas: Aunque Aristóteles no reduce la filosofía a la física, ya que afirma la existencia de seres no sensibles (esencias), sí renuncia al carácter trascendente y separado de las ideas, ya que éstas, en última instancia, deben explicar los acontecimientos y seres del mundo en que vivimos, si se quiere construir una ciencia (episteme) que nos incumba y no sólo una idea de la ciencia.
Por ello, las esencias (que otorgan la necesidad y permanencia que lo sensible no posee) deben ser inmanentes a las cosas mismas si queremos reconocerlas como tales y que cumplan su función: determinar a las cosas a ser esto o lo otro. Si las ideas se encontraran separadas no podrían determinar a las cosas de ninguna manera, por ser trascendentes a ellas. Además, los conceptos platónicos de imitación y participación tampoco explican realmente nada y añaden mayor confusión al asunto. Se trata de hacer ciencia, no de crear bellos mitos.
La teoría de las ideas tampoco cumple su función explicativa de la realidad, porque ellas, en su eternidad inmóvil son incapaces de explicar la existencia del movimiento y del cambio de los seres, y mucho menos, de ser causa de ellos. Efectivamente, al platonismo se le presenta el siguiente problema: si las ideas son eternas e inmóviles, cómo dan razón de los cambios y movimientos a los que están sometidos los seres de este mundo, sobre todo teniendo en cuenta que éste mundo nuestro no es más que una copia e imitación de aquel. Mala copia es este mundo ya que asume atributos que el original no posee: el movimiento, el cambio, la pluralidad. Sin embargo, Aristóteles no se separa del todo de su maestro: al igual que Platón, admitirá la existencia de seres no sensibles, las esencias, pero esta vez inmanentes (inoculadas) dentro de las cosas singulares como su "forma" para formar, junto con la materia, un compuesto unitario: la substancia. En ello consiste la teoría hilemórfica de Aristóteles: introducir el mundo ideal platónico dentro de nuestro propio mundo, como un coelemento de éste, sin que perdamos nuestra unidad. Esto tiene la ventaja de que podemos hacer ciencia de lo que es inmutable y universal sin perdernos en las alturas: solo hay ciencia de las esencias, pero éstas se encuentran en las cosas mismas: lo universal se halla subsumido en lo particular en un vínculo íntimo que nos permite la unidad del hombre con la naturaleza y el privilegio de su conocimiento.
La Metafísica Aristotélica comprende una serie de tratados que escribió el filósofo en los últimos períodos de su vida, después de su ruptura con la Academia y el platonismo en general. Sin embargo, él no es el autor del título de dicha obra, sinó su traductor y recopidador: Andrónico de Rodas. Fue este el que tituló así a estos tratados que físicamente se encontraban después de los libros de la Física. De ahí el nombre "ta meta tá Physicá": más allá de la Física.
Aristóteles va a aplicar su teoría hilemórfica a la concepción del hombre, intentando recuperar la unidad que Platón rompió al considerar nuestro ser como compuesto de dos substancias distintas difícilmente reconciliables. Sin embargo, esto no implica que Aristóteles prescinda por completo de una visión dualista sobre el hombre. En el Tratado del Alma llega el filósofo a una concepción unitaria que considera al alma como la forma del cuerpo, indisolublemente ligada a él, pero, aún así, el dualismo alma y cuerpo se mantiene ya que no desaparece la concepción bipolar de los dos coelementos que componen la unidad hombre. Veámoslo.
El universo aristotélico, dualista y teológico, tiene las siguientes características:
1. Es esférico, finito, eterno, geocéntrico y geostático.
2. En él no existe el vacío, sino cinco elementos que constituyen los cuerpos de las diferentes regiones: tierra, agua, aire, fuego y éter. Todo está lleno de materia.
3. No hay movimientos a distancia o gravitacionales. Los planetas no se mueven en el vacío, sinó que se mueven las esferas de éter en las que se hallan.
4. Es un cosmos heterogéneo, siendo la región más perfecta la supralunar, por su orden y estabilidad.
5. Los seres que componen el cosmos están jerarquizados en diferentes categorías:
• Seres inmateriales inmóviles: el primer motor inmóvil y los motores inmóviles de las esferas.
• Seres materiales móviles pero eternos e incorruptibles: El mundo supralunar ( esferas, planetas, estrellas).
• Seres finitos y móviles: el mundo sublunar de los cuatro elementos.


Filosofía Patrística


Esta busca explicar el destino del hombre como miembro de una colectividad. Con esto pretende encontrar el sentido de la historia humana, que debe tener relación con la Historia Sagrada y la visión escatológica que aparece en la Biblia. Al plantear la historia desde esta perspectiva se inicia la filosofía religiosa, pero por la carga religiosa de la que se interpreta es una teología de la historia.
San Agustín escribe en su libro “La ciudad de Dios” que la capacidad humana para seguir o no los dictados de Dios hace que se pueda hablar de la existencia de dos ciudades. Estas representan la comunidad de hombres que siguen los dictados divinos y la comunidad de los hombres que siguen sus propios dictados. La primera se funda en el amor a Dios y la segunda, en el amor propio.
El punto de partida es la lucha permanente entre dos tendencias una positiva y otra negativa. Mientras en el hombre hay una constante lucha entre las tendencias corporales y las espirituales. Esta lucha San Agustín la representa como la lucha entre dos ciudades: la ciudad terrena, el Estado, y la ciudad celestial, la Iglesia.
La única forma que San Agustín ve que esta influencia sea mutuamente benficiosa es que ambas ciudades se rijan por los valores espirituales, que busquen los intereses divinos y no los terrenales.
De aquí nace que el Estado deba llevarles hacia la ciudad celeste, por lo tanto debe rejirse de los intereses espirituales. Esta fue la base de la teoría política denominada cesaropapismo, que dice que la Iglesia es la comunidad de los fieles crstianos que buscan a Dios y la justicia, y que el Estado debe estar sometido por la Iglesia.
Esta teoría sirvió para justificar el predominio temporal de la Iglesia sobre el Estado.
Dios y la Creación. El problema del mal;
En todo sistema Agustiniano hay un constante recurso a Dios presente en el interior del hombre y término de la historia. La existencia de Dios es exigencia de todo su pensamiento. No es necesario demostrarla sino descubrirlo en el interior del hombre, este es el único modo de superar las limitaciones y la mutabilidad de las cosas terrenas.
Este Dios es el creador, No el hacedor de los griegos. La creación no es una constucción sino la formación a partir de la nada de todo lo existente de acuerdo con las ideas eternas.
La creación es un acto libre de la voluntad divina, es su propio plan. Las cosas fueron hechas no como cosas sino como semillas que se despliegan en el tiempo. Este mundo es un conjunto de seres que tienen diversos grados de perfección, ordenado de acuerdo con los planes divinos. Esta escala de seres es tomada por los renacentistas para entender la continuidad de la naturaleza.
San Agustín considera que el mal no puede ser objeto de creación divina porque denotaría imperfección, sino una carencia y por lo tanto no es algo realmente existente.
A esto San Agustín escribe que lo que existe como bien creado es susceptible de corrupción y por lo tanto de alteración, sin embargo, no es cambiar la sustancia sino modificarla y esta modificación es el mal; el cual solamente puede existir como una modificación del bien. Es pues, requisito necesario para que se dé el mal la existencia del bien.
El mal es algo que se ha introducido en el mundo a partir de la aparición del pecado, por tanto el mal es responsabilidad del hombre.
Debido a todos los planteamientos que hizo San Agustín este es considerado uno de los grandes espíritus de la historia; este se adelantó XV siglos a su tiempo.


La Escolástica

Se puede afirmar que los dos personajes más significativos de este período filosófico, que transcurre aproximadamente desde el siglo V. hasta el siglo XVII, son San Agustín de Hipona (354-430), y Santo Tomás de Aquino (1224/25-1274).
Para San Agustín, el mundo se creó de la nada, por un acto de la voluntad libre de Dios, una creación a partir de nada previo, ni tiempo ni espacio; y por ser la creación un acto de la actividad divina, participa del bien que le es propio a la divinidad.
Para explicar la creación Agustín utiliza los conceptos de materia y forma, proponiendo que tanto la materia como la forma tuvieron que ser creadas a la vez, formando una masa confusa y nebulosa, en la cual se hallaban los gérmenes de la realidad que conocemos, que con el transcurso del tiempo y el cambio lograron desarrollarse.
Esta teoría de las razones seminales es sostenida tanto por San Agustín como por sus seguidores, a partir de la cual todo aquello que cambia, incluyendo al hombre, ya estaban creados de un modo potencial, que se dan en el tiempo, de acuerdo al plan divino, que proporcionará las condiciones y factores externos necesarios para que su capacidad de desarrollo se concrete.
La teoría de San Agustín tiene un evidente carácter evolucionista, pero en realidad, esta explicación fue un intento de salvar la contradicción que significaba que un Ser inmutable y eterno pudiera actuar para crear el universo.
El plan divino está ya concebido desde siempre y es inmutable como su Creador.
Posee el potencial de desarrollo y cambio, a la espera de las condiciones propicias que permiten su transformación en forma corpórea, según un orden de división en géneros y especies.
Desplegados en el tiempo, por ser de origen divino se desarrollan de acuerdo a las leyes del orden, la proporción y la armonía.
Un Cuento para Pensar
Aunque sus vidas no transcurrieron al mismo tiempo, sino que estuvieron separados por muchos siglos, lograron reunirse dos grandes pensadores mucho más allá del fin del mundo, del otro lado del Universo, donde no existe ni el espacio ni el tiempo.
Es donde a veces algunas almas privilegiadas se encuentran y pueden expresar sus pensamientos sobre las cosas de este mundo, antes de ingresar al Paraíso.
San Agustín y Santo Tomás fueron en esta oportunidad esas dos almas, que durante la Edad Media intentaron explicar por medio de la razón algunos enigmas de la Biblia, dejando por supuesto, sólo a Dios mismo inmerso en el misterio.
A San Agustín le preocupaba el mal en la tierra y no podía creer que tuviera existencia propia como el Bien, al igual que Platón, que pensaba que la creación de Dios es sólo buena y el mal se debe sólo a la ignorancia o desobediencia de los hombres que pretenden ser dioses.
Santo Tomás en cambio, siguiendo a Aristóteles, creó la síntesis entre la fe y el saber, señalando los dos caminos que conducen a Dios, el de la fe y la revelación y el de la razón y las observaciones hechas con los sentidos, casi lo mismo que opina hoy en día la ciencia.
Ahora que estaban a punto de entrar en la gloria, que por su perfección no admite dudas ni cavilaciones, quisieron compartir los puntos de vistas que los desvelaron en vida, para comprobar su inteligencia y la sabiduría de los hombres en la Tierra.
Por fin, a la luz de la proximidad del Altísimo, pudieron darse cuenta que la Verdad era mucho más clara y sencilla y que todas las cosas se ven mejor tomando distancia y desde arriba.
Fue un estudioso indiscutido Santo Tomás de Aquino
Tomás de Aquino nació en un castillo italiano en el seno de una distinguida familia de la nobleza, en 1225, en un momento político de confusión.
Muy religiosos, sus familiares cultivaban las letras y se rodeaban de encumbradas relaciones sociales.
A los cinco años ingresó al monasterio de Montecasino de monjes benedictinos como oblato donde recibiría formación, sin implicar esta condición la obligación de ser religioso.
Pero Tomás poseía una inteligencia brillante, memoria prodigiosa y una inquietud natural por conocer a Dios.
Sus estudios secundarios los realizó en el monasterio benedictino de Nápoles para luego continuar sus estudios universitarios en el Stadium de ese lugar.
Allí conoció la vida dominicana dedicada al estudio y al desarrollo del intelecto.
Era un hombre reservado con gran poder de abstracción, de notable emotividad y con particular dominio de la oración mental.
Continuó sus estudios filosóficos y científicos en la universidad de París y comenzó estudios teológicos en el convento domínico de Saint Jacques.
Inició la docencia universitaria en Colonia, Alemania, como lector de la Sagrada Escritura y posteriormente ocupó en París la cátedra de teología.
Regresó a Italia y fue nombrado Predicador Provincial, donde pudo continuar escribiendo su extensa obra en la tranquilidad del convento napolitano de Santo Domingo.
El papa Urbano IV lo tomó como consejero teológico, donde Tomás se distinguió además como autor de himnos famosos y también de las melodías.
Tomás renunció el ofrecimiento del Papa para ser arzobispo de Nápoles haciendo naufragar las ambiciones de su familia de verlo convertido algún día en Papa.
Para remediar las deficiencias de los libros universitarios se propuso escribir un compendio sistemático de todo el saber teológico y filosófico de manera racional.
Se acepta que la “Suma teológica” es su obra cumbre y la más notable del pensamiento de la época medieval.
Volvió a París a ocupar por segunda vez la cátedra. La aparición de las doctrinas filosóficas de Averroes, pensador musulmán, basadas en la filosofía de Aristóteles, ponían en peligro la síntesis escolástica teológica y científica desarrollada durante siglos.
Santo Tomás se vio envuelto en las agudas controversias entre filósofos y teólogos, y con este enfrentamiento se inició la separación de la filosofía o ciencia en general y la teología.
Tomás fue acusado de averroísta porque admitía y utilizaba la filosofía aristotélica sin advertir que la tomaba de una manera depurada de los comentaristas musulmanes y judíos, ya que continuaba siendo profundamente agustiniano y por consiguiente platónico.
Regresó a Italia y continuó escribiendo mientras trabajaba en la cátedra donde había comenzado sus estudios.
En 1273, tuvo una extraña experiencia mística que le impidió seguir escribiendo y dictando. Los que lo conocían atribuyeron ese hecho al agotamiento, pero sus más cercanos colaboradores sostenían que había experimentado una revelación divina que lo había trastornado.
Santo Tomás vivió la experiencia más alta de contemplación mística, que es la visión de la misma esencia de Dios, que representa la eterna bienaventuranza del cielo.
El Cristianismo reconoce esta misma visión sólo en dos hombres, Moisés y San Pablo. Santo Tomás de Aquino sería el tercero.
Después de esta experiencia no pudo más escribir expresándose con palabras habituales sobre el conocimiento de Dios.
En 1274, durante un viaje entre Nápoles y Roma sufrió un accidente mientras montaba un mulo que chocó violentamente contra un árbol caído, sufriendo un golpe en la cabeza que algunos biógrafos consideran causa de su posterior enfermedad que lo debilitó hasta ocasionarle la muerte.
Después de su desaparición continuó la controversia sobre la orientación de su obra que sigue aún en nuestros días.
Santo Tomás de Aquino fue canonizado por el Papa Juan XXII en 1323, y el Papa Pío V lo nombró Doctor de la Iglesia, recibiendo posteriormente las máximas distinciones.
La difusión y el aprecio de la cristiandad de la doctrina de Santo Tomás fue ido creciendo con el paso de los años, como defensor de la razón como medio para encontrar el camino de la salvación integral.

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